Más de la mitad
de los nutrientes que se encuentran en los alimentos vegetales se pierden antes
de llegar al plato.
El porcentaje
de esta pérdida depende del origen del alimento, de cómo se conserva, de cómo
lo cocines y de cuándo y cómo se ingiera.
Cada proceso
que interviene en la producción de los alimentos vegetales hasta que llega a la
boca paga un pequeño peaje a nivel de nutrientes. Cuanto más largo es el
recorrido, menos son los nutrientes. Todo
cuenta: la recolección, el transporte, el almacenaje y la compra, la
conservación en casa, la cocción, etc. Hasta el punto que cuando se va a consumir, se
ha convertido en un alimento carente de vida.
Y entonces,
¿qué estamos comiendo? Sabemos que la
comida procesada está más que muerta, pero y aquellos productos que compramos
frescos, ¿hasta qué punto tienen vida?
Los tres
principales enemigos de los nutrientes más delicados (las vitaminas y los
minerales) son el calor, el agua y el aire, este último responsable de la
oxidación.
Cualquier forma
de calentar los alimentos destruye los nutrientes. El grado de destrucción
depende del tiempo de cocción, de si el recipiente dispersa el calor
equitativamente, y de la temperatura.
Cuando se fríe
se alcanzan temperaturas que sobrepasan los 200 ºC, que oxidan las grasas y
convierten ácidos grasos esenciales en ácidos trans que no sirven para nada. Si
freímos algo de manera esporádica, tenemos que usar aceite de oliva.
Los minerales y
las vitaminas solubles en agua se van al agua cuando se cocinan, cuanta más
agua se use y más tiempo se tenga en el fuego, más probable es que esto ocurra. Esta es la
razón por la que los caldos de verduras se cocinan largo tiempo.
Al hervir o
preparar la comida al vapor, la temperatura en el interior del alimento es
menor que fuera. Por lo tanto, se puede proteger a este cocinándolo en grandes
trozos.
La pérdida de
nutrientes en comidas hervidas tiende a ser alrededor del 20 al 50%. Y para las verduras de hoja la pérdida puede
ser del 20 al 70% de contenido nutricional.
La vitamina C,
es muy propensa a oxidarse, por lo tanto no debe estar guardada mucho tiempo ni
expuesta al aire o a la luz porque cada vez la pérdida de vitamina C será
mayor.
¿CÓMO MINIMIZAR
ESTA PERDIDA DE NUTRIENTES?
Compra los alimentos
frescos, de temporada y de producción local o de cercanía. Y si son ecológicos
mejor. Pero no compres un alimento ecológico que haya recorrido miles de kilómetros.
Pon el sentido
común a trabajar, a veces, nos cegamos con lo ecológico y compramos fruta del
otro lado del Atlántico, que en su producción ha sido respetuosa con el medio
ambiente, pero en su procesamiento no lo ha sido en absoluto.
Mantén los
alimentos en la nevera guardados en envases cerrados herméticamente. Tenlos
como máximo tres o cuatro días. Si son de un productor que conozcas y que te
los da directamente de la tierra, puedes aguantarlos dos o tres días más. Algunos alimentos, como las espinacas, no lo
conserves más de dos días.
Consume comida
cruda al menos una vez al día. Si te cuesta digerirla, hazte un jugo. La
zanahoria y la remolacha las puedes comer ralladas. Toma fruta fresca, como
tentempié al menos dos veces al día. O haz una de las comidas del día sólo de fruta, de
esta manera te garantizas el aporte de vitaminas.
Cocina respetando
las características de cada alimento: los frutos secos y las legumbres ponlas
en remojo. Las verduras cocínalas al vapor. Para cocinar al vapor puedes
hacerlo de dos formas: una, con un recipiente tipo cestillo que el alimento no
toque el agua y otra, en su propio jugo en un recipiente cerrado.
Una vez
cocinada lo ideal es ingerirla inmediatamente o cómo máximo al día siguiente,
sobre todo con platos de verduras.
¡Experiméntalo y siente la
diferencia!
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